CURIOSIDADES DE SILENCIO (13)

Un artículo esclarecedor

Traemos, en esta ocasión, a nuestra sección de “Curiosidades de Silencio” un interesante artículo publicado en un volumen conmemorativo del XL aniversario de la fundación del instituto Marqués de Comares por don Antonio Cabañas Alonso, profesor del mismo, incorporado a su claustro en el curso 62-63, y que actuó durante algunos años como “cuadrillero-delegado” por la dirección del Instituto para lo relacionado con la Cofradía de los Estudiantes. De la lectura de dicho artículo se puede tener una perspectiva de la situación de la Cofradía en los años 60 y como se preparaban las procesiones del Cristo del Silencio.

… Cuando yo me responsabilicé de la Cofradía como Hermano Mayor, cuadrillero-delegado o cosa así, si algo le sobraba a ésta era pobreza. La mayoría de los hermanos pagaban poco, mal o nunca. El centro no era precisamente generoso. No disponíamos más que de la imagen, cuatro cirios, varios hachones, y algunas túnicas, almohadillas, cuñas… El trono siempre era prestado. Primero el parihuelón (…) de Jesús; luego el trono del Cristo “de los Camisitos” que por aquellos años no salía en procesión. Ahora ya tiene uno propio, muy hermoso por cierto.
Nuestro Cristo salía austero pero digno. Conseguimos aumentar el número de hermanos encapuchados (…), se hicieron más hachones… Pero de adornos y flores, nada de nada: los cuatro cirios, una batería de choche que alimentaba a una lámpara de cien watios para iluminar el rostro del Crucificado y pare usted de contar. Un año llevó algunos claveles a los pies porque los cogimos “prestados” del trono de “El Caído”, imagen que también salía de San Mateo y que se adornaba a la vez que nuestro Cristo. Aprovechábamos cuando la señora (dueña, camarera o lo que fuera) se iba a almorzar. Supongo que aquello no era rigurosamente confesable.
En otra Semana Santa, para cubrir la base del parihuelón decidimos poner una capa de verde que cogíamos del campo de prácticas (del Instituto): amapolas, jaramagos, alfalfa… Y recuerdo que Tomás Fernández me lo reprochó. <<Caballero, podrías haber soltado también unos conejitos>> dijo con ese tono senequista claramente heredado.
Pero era una actividad en la que unos días antes del Miércoles Santo se notaba –especialmente en los talleres- que estábamos preparando la procesión.
Yo <<daba el santo>> al manijero que lo pedía, que formaba su cuadrilla con pocos estudiantes, la verdad sea dicha. Y creo que era mejor porque el año que sacaron el Cristo alumnos del Centro, arrastraron lo más grande. Y yo allí, dando la cara con la vara de mando. Qué sofocación con los cables eléctricos tendidos a la altura del casino <<de los señores>>… Al año siguiente salí, pero encapuchado.
Las juntas de santero eran más frugales que un convento de trapenses: garrafón de vino peleón, a palo seco, o, como mucho, con algunas rodajas de salchichón. Ni siquiera llegaba para pestiños.
En <<el gasto>> la gastronomía mejoraba. Se hacía en el Instituto y siempre había un pavo, unos conejos o algunos pollos para el arroz… Después de varios años, un director decidió que la cofradía era un problema para el centro y se desentendió de ella dejándola en manos -¡buenas manos!- de Manolo Ortiz, Antonio Beato, Paco Reyes y otros hermanos que formaron una Junta de Gobierno independiente, introdujeron una serie de mejoras y hoy es una de las cofradías punteras.

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